3. UN SOFA ES ALGO MÁS QUE UN SITIO DONDE SENTARSE


Concurso finalizado

Ya tenemos los 5 microrrelatos ganadores de esta tercera edición del concurso de microrrelatos junto con los otros 45 finalistas:

1º premio: 1 Sillón Lenny + 1 Manta Famalover + 1 CD
2º premio: 1 Sillón Volta + 1 Manta Famalover + 1 CD
3º premio: 1 Sillón Miranda + 1 Manta Famalover + 1 CD
4º premio: 1 Pouf redondo Arianne Love + 1 Manta Famalover + 1 CD
5º premio: 1 Pouf redondo Arianne Love + 1 Manta Famalover + 1 CD
Los 45 finalistas restantes, recibirán una manta Famalover. Además se ha realizado el sorteo de 25CD "Dignity and Freedom" del grupo Freedonia entre todos los participantes.
RELATO GANADOR:
Primer premio

Soy un adicto a las series. Desde mi sofá he visto más de mil capítulos. Pero esta vez me pongo del otro lado: él ha visto también unos cuantos capítulos de una serie, si cabe, más interesante. El primero de ellos, cuando Marta y yo lo estrenamos, justo unos días antes de casarnos. No voy a dar muchos detalles pero fue, sin duda, espectador atónito y abochornado de la intimidad de una de las noches más románticas de nuestras vidas. El segundo capítulo es de suspense. Después de algunos meses en paro, estuve toda una tarde esperando la confirmación de un puesto de trabajo. La llamada llegó justo sentado en mi sofá, que resistió imperturbable los brincos de contento que di nada más colgar. En el tercero, aparezco yo repantigado en él con cara de bobalicón; ambos mirando a mi hijo Guille, en un estado de adormecimiento inspirador de la ternura más desprendida. Muchos capítulos de conversaciones con mis padres, de infinidad de temas. Ellos, cómo mi sofá, siempre con incondicional apoyo. Ahora, me inspira con su comodidad mientras trabajo con el portátil en el proyecto de montar mi propia empresa. Muchos capítulos por llegar, siempre con su respaldo.

- Luis, Barcelona -

Segundo premio

Carta a un futuro ex Tenemos que hablar... Supongo que ya te habrás dado cuenta que ya nada es como al principio, que ya no tengo esa ilusión al verte y que ya no siento lo mismo al tocarte. Ya no pienso en ti después de un día duro de trabajo y ya no existen esas ganas de llegar a casa para estar contigo. Sabes que lo nuestro no fue amor a primera vista y, aunque hemos pasado un buen tiempo juntos, debo confesarte que siempre supe que nuestra historia tendría un final. Siento decirte todo esto pero es que he encontrado otro que me hace sentir lo que debería sentir contigo. No pude evitarlo, caí rendida nada más verlo y ahora sólo pienso en él y en tenerlo aquí conmigo. Porque al acariciarlo por primera vez sentí que era él el indicado, con el que quiero envejecer viendo pelis y comiendo palomitas... Lo siento mucho viejo compañero pero es hora de cambiar de sofá, el nuevo viene de FAMA y es mucho más que un sitio donde sentarse...

- Cristina, Huelva -

Tercer premio

Cada día regreso a casa tras una arrolladora jornada laboral, que convierte mi paciencia en un polvorín y destensa mis músculos, tornándolos laxos. Es entonces, tras abrir la puerta y caminar hasta el salón, cuando descubro que la felicidad y mi centro de evasión están ahí, al alcance de mi mano. Felicidad es tenderme en mi viejo y cómodo sofá, que a base de abrazos conoce mi postura favorita y el contorno exacto de mi espalda. Y desde allí ver una vieja película de Bogart, o escuchar un disco de Stan Getz, que me evoque el Chicago de Capones y Tantanes. Incluso, a veces, regar el merecido descanso con una cerveza. En esos pequeños placeres reside la felicidad. Aunque en ocasiones, cuando después de un par de horas despierto al abrigo del sofá, con los párpados pesados y la baba colgando, sonrío al comprender que hasta la película, la música y la cerveza son secundarios. Para sentirme a gusto, feliz, en paz y a salvo, tan sólo le necesito a él.

- Jimena , La Rioja -

Cuarto premio

MI DULCE TENTACIÓN Regresé tarde a casa, pero a él no le importó. Ni siquiera me pidió explicaciones. Nunca me las pide. Se limitó a recibirme con los brazos abiertos. Yo le respondí con una sonrisa cómplice al verlo ahí, tan incondicional, tan complaciente como siempre. Dejé el bolso y las llaves sobre la mesa e involuntariamente rocé su piel, esa piel… Acto seguido acaricié su brazo y no pude evitar recostarme en su pecho. No hacía falta decir nada. A nosotros no. Cerré los ojos y mientras esperaba la llegada de ese primer sueño tan reconfortante, el que precede a la cama, hice memoria de mi relación con él. A lo largo de estos dos años había sido el más leal de los compañeros, sofocando mi cansancio, reconfortando mis resfriados, soportando mis llantos, velando mis siestas… Sin quejarse jamás, sin pedir nada a cambio… A veces se hace el duro y hasta se me hace incómodo, pero su rigidez no dura más de lo que tardo en palparlo y mullirlo, porque para lo bueno y para lo malo, en la salud y en la enfermedad, mi sofá y yo establecimos un mudo compromiso de cuidado mutuo.

- Lydia, Córdoba -

Quinto premio

Todo el mundo merece una segunda oportunidad y mi viejo sofá no va a ser menos. Hoy finaliza una etapa marcada por las guerras de cojines con mi gemela, los saltos tras los goles de nuestro equipo, las tardes de libro y mantita en invierno, las noches de helados y pelis en verano, las horas de estudio, los fracasos y los éxitos académicos y laborales, los enamoramientos fugaces y el tan ansiado amor para siempre. El de hoy es un punto y aparte. Un hasta pronto. Un nos vemos en vacaciones en la casa del pueblo. Quizás para entonces mi pequeño bebé intente caminar agarrado al borde del sofá como yo misma hice veinte años atrás. Yo que jamás pondré un punto y final en la historia de mi sofá. El de mañana será un nuevo comienzo para la tela desgastada bajo la funda con las manchas de café y los dibujos de los cojines. Será un principio para un mañana, pero con la experiencia del ayer. Suena el timbre. -¡Es nuestro nuevo sofá! Llega a casa con un millón de páginas en blanco para escribir nuestra historia compartida. Empecemos...

- Begoña, Ourense -

Finalistas

Lo mejor al entrar en casa es  descalzarme y ponerme de rodillas al fondo del pasillo a recibir corriendo a mi hijo. Siempre me rodea con sus brazos y me come a besos mientras no para de hablar contándome las mil travesuras de su día. Después de cenar no abandonamos al sofá los cuatro. Con Izan, Raúl y Thrisky adoptamos posturas imposibles donde se entremezclan caras, piernas y patas. Thrisky siempre es el primero en abandonar la nave directo a su rincón. Izan se abandona a Morfeo después. Me gusta tenerlo en mis brazos durmiendo con esa carita angelical mezcla de inocencia, bondad y amor. No siempre ha sido así. Recuerdo cuánto hemos vivido madre e hijo en este sofá: cuando papá y mamá lo creaban desenfrenadamente, cuando era el único sitio donde dormir cuando avanzaba el embarazo, el amamantamiento y los terribles cólicos , nuestros juegos, nuestras risas, nuestras manchas de chocolate y esa vez que lloramos los dos cuando nos dijeron que la resonancia cerebral era normal. Él lloraba porque pensaba que mamá estaba triste, pero yo no podía ser más feliz. Mi sofá es mucho más que un lugar para sentarse. Es el centro de mi hogar.

- Gema , Ciudad Real -

Lo mejor al entrar en casa es pasar la puerta y ver hacia la izquierda mi preciado sofá, que da la sensación que te espera a que llegues del trabajo y te pide que te sientes en el y empieces el disfrute. He vivido tantos momentos con mi sofá, en el he llorado miles de veces, cuando pasa eso me tumbo en el y parece que me abraza intentando calmarme entre su mullido cojín hasta quedarme dormida en él. En ese sofá he hecho millones de veces el amor con mi marido, y aun quedan más. Mi sofá a sabido soportar los saltos de mi hija pequeña proporcionándole diversion . Nos ha ayudado a resolver cuentas y a pensar en nuestro futuro. He dado miles de besos, nos a acogido a la familia para ver maratones de películas y series. Sin duda mi sofá a llegado a ser uno más de la familia puesto que la vida sin el no sería como la que tenemos ahora. Aunque parezca un simple mueble, es mas que un sitio para sentarse, en su sitio donde toda acción o reunión familiar se vuelve agradable.

- Inmaculada, Murcia -

Cuando nos fuimos a vivir juntos, lo primero que entró en casa fue el sofá. Durante mucho tiempo, ocupó nuestro salón. La familia y amigos que nos visitaban nos aconsejaban que compráramos un aparador, cómoda, vitrina o estante. Les decía que no lo necesitábamos; nuestro sofá no era solo un sitio donde sentarse porque en él: componía mis acordes de guitarra, se acomodaban conmigo las musas, comíamos, a veces dormíamos la siesta tras masajearnos mutuamente los pies y, más de una noche, mientras la luna se asomaba curiosa, a través de los cristales del ventanal, mi chico y yo nos acariciábamos, nos besábamos y después nos devorábamos de placer. También en mi sofá, lloré sin él. Cada mañana lo cepillaba y acomodaba los cojines. Me quedaba embobada mirándolo y cómo si pudiera oírme o tuviera vida propia, le decía: —¡Has sido la mejor inversión de mi vida! Antes de salir de casa, lo miraba embobada y cuando llegaba a mi hogar le sonreía antes de sentarme porque sabía que me acogería con su confortable diseño y me sentiría como un bebé entre algodones. No creo que otro mueble vaya a sustituirle, le seré fiel hasta el fin de mis días.

- LOLA, SEVILLA -

La vida de un naufrago siempre es dura, pero cuando uno encalla en un atolón de dos por dos con su hermana pequeña, que apenas dista dos palmos del suelo y tiene tendencia a llevarse a la boca todo aquello con lo que tú pretendes pescar, la cosa adquiere un matiz especial. Especialmente si tu hermana no tiene ni idea de armar una tienda, o de cazar, o de hacer fuego con dos palos. Y la verdad es que, al menos la mía, ni tan siquiera sabe hablar. Aunque todo aquello no es nada si lo comparas con los problemas que surgen a la hora de racionar la comida. Aquello resulta imposible. Y es que en cuanto huele las gominolas se vuelve loca y solo quiere comer, y comer, y comer. Y eso que yo le he explicado un millón de veces la necesidad de comer poquito a poquito. Aun no sabemos cuánto tiempo vamos a pasar solos en la isla. Podría ser un año. O un mes. El caso es que aún vamos a estar una temporada aquí. Al menos hasta que venga papá, nos quite la manta y nos obligue a bajar del sofá.

- Miguel, Burgos -

Lo mejor al entrar en casa es sentir que puedo ser yo misma. Lanzar los zapatos al aire, tirar el abrigo y no importarme donde caiga, ponerme el pijama y echarme sobre mi gran sofá. Sumergirme en él, sentirme como en una nube y lo mejor: Poder compartirlo contigo. Tú, y sólo tú, mi gran tesoro, que me acompañas desde el principio. Ya no queda nada para que nuestros ojos se miren de frente, para que pueda disfrutar de tus gestos y tus movimientos y no sólo imaginarlos dentro de mi. Han sido nueve meses increíbles, mi niño. Te espero con los brazos abiertos. Mientras imagino ese primer encuentro aprovecho a coger fuerzas y descansar. Aunque creo que ya ha llegado el día, mi cuerpo lo siente y me lo está diciendo. Me pondré la ropa, saldré al hospital y la próxima vez que vuelva a tumbarme en mi sofá será contigo en mis brazos. ¡Qué felicidad!

- Susana, Madrid -

Parece mentira que el verano sea tan corto, suspendes 3 y ala, dos meses para recuperar, que está muy bien hasta que te das cuenta q estamos a finales de agosto y te queda una semana para aprobar, te pones a estudiar como un animal desenfrenado hasta el último momento tus padres te gritan que vas a suspender el ambiente se caldea, presión se extiende, te aprieta, las horas vuelan el reloj no se frena, te pones nervioso,te angustias, te quemas En un desesperado intento por pasar de curso Te encierras, te desanimas, la impotencia es grande, y en ese momento donde no puedes más... Lo ves allí solo , en un lugar solo y tranquilo de la casa , sin preocupaciones, te lanzas a él, te acomodas , en ese momento.... Desconectas. La vida vuelve a ser maravillosa, te llenas de esperanza y relajación, el cielo hecho tierra o más bien hecho sillón.

- Pablo Javier, Sevilla -

INOLVIDABLE Cómo recuerdo aquella lejana tarde. Sobre el sofá se hallaba inmóvil, callada, esperándome. Hasta la fecha no me había decidido. Me acerqué, la miré y, cuando quise darme cuenta, mis manos la recorrían intuyendo que, en verdad, iba a valer la pena. Sus palabras poco a poco me cautivaron. Su compañía hacía crecer mi excitación por momentos y me entregaba a ella con mayor deleite. Preso de su fuerza, que me atraía como un imán, cada segundo era mejor que el anterior. En resumen, un enorme placer de principio a fin. Inolvidable esa primera vez que me dejó ávido de más. Luego, ensimismado, dejé que mi mirada se acunase sobre la portada de aquella pequeña novela. Por supuesto que un sofá no es solo un sitio dónde sentarse, pensé sonriendo.

- Ángel Manuel, Valencia -

Lo mejor al entrar en casa es  el desorden. No sabéis lo triste que es una casa ordenada. Mi hijo Miguel trajo consigo el caos. Juguetes, peluches, cremitas para el culito, su carricoche y sus cajas llenas de cachivaches parlantes. Pero hay algo que se resiste a tal entropía: el SOFÁ. Agradable, tierno, acogedor, resistente. Es nuestra tabla de salvación; nuestra terapia contra el agotamiento de ser padres. Nuestro confesionario. Nuestro "cosquillero" para darte las mejores caricias. Nuestro plató de grabación. Nuestro altar para adorarte. Tú lo haces más grande aún cuando, después del bañito, te sentamos allí y gritas con tu media lengua: "Qué agutito toi".

- Valle, Jaen -

SIEMPRE PARA DOS Quiero llegar a casa por las noches, y robarte tu lado del sofá. Mirarte de vez en cuando sin que te des cuenta y volver a pensar en la suerte que tengo de que sigas aquí, compartiendo todo esto conmigo. Es ese justo instante en que comprendes que ese es el lugar donde calmar todos los fantasmas del agobio en pequeños silencios compartidos. Quiero tardes de película y manta, desayunos de domingo tardíos y esa cara tan tuya cuando te pido un ratito más… y siempre llegamos tarde. Quiero tus regañinas cuando me quedo dormida entre cojines y no quiero subir a la cama. En fin, quiero el aquí y ahora, que retemos al futuro sin saber si quiera si llegaremos al mañana, pero que mantengamos la ilusión por multiplicar, lo que sea, pero siempre por dos.

- SARAY, Madrid  -

La vida es que una sucesión de experiencias y sentimientos engarzados con el hilo de los recuerdos. Con el tiempo, aquellas hebras terminan formando el particular tapiz que nos define. Con ciertos objetos queridos a veces ocurre igual. Como el sofá de casa de mis padres. Un peculiar y mullido disco duro que almacena la memoria familiar en peculiares archivos de tejido diverso. Y es que en sus cincuenta años de servicio, y los que parece que aún le quedan, los principales momentos de cada década han sido registrados mediante un tapizado acorde a los tiempos. Texturas y diseños variados convertidos en carpetas vitales que se acumulan en estratos hasta la fecha. Nunca se ha quitado un tapizado sino añadido otro encima, rebasando así más de un tera de recuerdos y sin que los diferentes cambios de imagen hayan afectado a su esencia. Por eso, cuando mi hermana y yo visitamos a nuestros padres y nos sentamos todos en él, actualizamos nuestras almas con toda esa inyección común de alegrías, fracasos, esperanzas, olvidos y sueños que emanan de sus costuras en incontables nubes cargadas de historia familiar.

- JULIO , SANTANDER -

Andrea se lo llevó todo; el televisor, los muebles, nuestra colección de vinilos e incluso el póster que decoraba el hall principal. También se llevó la cubertería, los libros de Eduardo Mendoza, el despertador y la Playstation. Sin embargo, hubo algo que no se llevó, y que me sorprendió encontrar en mitad del salón, tras haber mal pactado una separación, que por no desear que ocurriera, estaba condenada a darse. En aquel sofá, otrora, vimos una película tras otra, escuchamos infinidad de discos, jugamos a la consola y, por supuesto, hicimos el amor un sinfín de ocasiones. Aquel sofá eramos nosotros, nuestra historia. La misma que languidecía tras su adiós. Y no quiso llevárselo, afortunadamente. Así que caminé triste por el desnudo salón y me dejé caer sobre el sofá, tragando lágrimas que me oxidaban los latidos. Hundí la cabeza entre los cojines del respaldo y ahí, en ese discreto cobijo, hallé el perfume de su cabello, el aroma de su sudor tras el sexo, la fragancia de sus abrazos. Sonreí, me acomodé, y dejé que la placidez me envolviera. Puede que Andrea me hubiera dejado, sí, pero no se había ido del todo.

- Mariola, La Rioja -

Al llegar a casa solo pienso en descansar y relajarme de las tensiones que he acumulado con el paso de los años. Quejas de clientes, gritos de mi jefe, proveedores que no dejan de protestar, prestamistas que se pasan el día llamando al móvil, familiares que se hacen pesados con sus exigencias, amigos que ya no me apetece visita. Tantas situaciones de las que no quiero más que escapar. Por eso, desde hace más de diez años, mi marido me espera en nuestro viejo sofá con una taza de té de Kava recién hecho. Siempre a la misma hora. Siempre quejándome de que la taza está a rebosar o el agua muy caliente. Ojalá hoy estuviera aquí en su hueco del sofá que parece empezar a difuminarse para volver a vivirlo y escuchar mi más sincero "gracias, cariño".

- Beatriz, Pontevedra -

Aún siento el calor de su cuerpo acurrucado junto al mío a pesar de que los meses transcurran sin remedio. Se fue una mañana de otoño cuando el cielo anaranjado anunciaba que el frío de la soledad sería mi único compañero. Y ahora, sin llegar a entender por qué las noches son tan largas, me consuelo sentándome en nuestro sofá junto a un hueco vacío, y ahí, acariciando con mis dedos el suave respaldo donde nuestro sudor está aún latente, me envuelvo en los recuerdos que tejimos entonces, olvidando así que el agua de la peor tormenta jamás difuminará mis lágrimas. El aire está helado, la calefacción apagada y el silencio ahoga el oxígeno que se pudre con el irremediable paso del tiempo. Y cuando menos lo espero la puerta se abre y el viento desordena mi salón, y con ello mi vida. Poso mis manos sobre el asiento grisáceo que hasta entonces había evitado y ahora lo siento áspero y hundido. Y al fin olvido la suavidad de aquellos besos entre los cojines y sonrío al volver a ver la luz ámbar colarse por mi ventana.

- Patricia, Granada -

Lo mejor al entrar en casa es saber que siempre está ahí dispuesto a darte lo que necesitas. Si necesito dejar las cosas un momentito, ahí está Si necesito disfrutar con la familia y los amigos, ahí está Si necesito un descanso para un cuerpo agotado, ahí está Si necesito un refugio para una mente inquieta, ahí está Si necesito un sitio para compartir mimos, ahí está Si necesito un hueco donde acurrucarme, ahí está Si necesito un lugar para las noches en vela, ahí está Si necesito...¡Cuanta necesidad! Soy muy feliz con mi sofá

- Waleska, Alava -

Al llegar a casa solo pienso en sentarme en el sofá para olvidarme de todo. Adiós a los clientes enfadados, las malas noticias, los mensajes sarcásticos de mi ex-mujer. No es un gran sofá, pero a mí me vale. Todo en esta nueva vida después del divorcio es pequeño y modesto. Sin muchas alegrías, pero también sin sobresaltos. Me quito los zapatos y la corbata. Me tumbo y pongo los pies en el respaldo. Qué gozada... Pero, ¿qué es esto? Algo me pincha en la espalda, entre los cojines. Es una tarjeta doblada. Debe haberse caído de un bolsillo, vete a saber cuándo. Es la tarjeta de visita de aquella comercial en la última feria. Ya no me acordaba de ella. Tenía unos ojos preciosos... y no los apartó de mí, sonriendo. Pensé en llamarla, me encantó su aire resuelto. ¿Por qué no lo hice? Seguramente pensé que una mujer así no se fijaría en mí. Pero sí lo hizo. Fue ella quien dijo que le apetecería que nos conociéramos fuera del trabajo. Voy a llamarla, ahora mismo. Gracias por el empujón, sofá. Si hay algo mejor que un gran placer, es poder compartirlo.

- LUIS MIGUEL, MADRID -

Nos disponemos a alquilar la casa ideal, patio para nuestro peludo de cuatro patas, habitación casi preparada para el pequeño bebé que está apunto de llegar, barbacoa, garaje, bañera para poder relajarse... todo precioso y perfecto. Demasiado perfecto quizás... ¡No hay sofás! Y entramos en pánico ¿Cómo es posible que esta maravilla de casa no tenga sofás? Bueno, ni mesa, ni sillas, ni estantería... nada. Vacío. Triste. Por suerte convencemos al casero para que compre un salón. Lo mejor, lo escogemos nosotros. Y después de buscar y rebuscar, de pensar, de medir, de mirar... encontramos LOS SOFÁS. Así, en mayúscula. Preciosos, perfectos, cómodos. Nos los quedamos sin pensar. Desde el momento que los colocamos, nos sentamos en ellos y nos miramos, comprendimos una sencilla cosa. Acabábamos de crear el ambiente ideal. Con éstos perfectos sofás, acabábamos de crear nuestro hogar.

- Blanca, León -

Que no es que no quiera, pero el lunes no dejabas de moverte, tendrías alguna pesadilla, yo qué sé, imposible dormir; el martes yo quería ver la película esa que a ti te pareció tan aburrida, te fuiste a la cama en seguida, yo me quedé hasta el final y amanecí en el sofá ¿qué le vamos a hacer? Ayer, otra noche toledana, hasta las ventanas temblaban con tus ronquidos, me he tenido que refugiar en el comedor... Que no es para tanto, me dices, que tengo vicio con el sillón, insistes... ¿Y qué culpa tendré yo? Tú piensa lo que quieras pero hoy me quedo en el sofá hasta que acabe de leer el libro de cocina que me regalaste. Y mañana ya se verá.

- Alberto , Madrid  -

Disfruté contemplando el paisaje mientras recorría Europa en bicicleta. Se me saltaron las lágrimas al contemplar la lava del Etna en Sicilia y reí bebiendo cerveza entre alemanes en el Oktoberfest de Múnich. Se me puso la piel de gallina al escuchar los instrumentos sonando en conjunto en la ópera de Viena. Temblé al pensar que moría en el peligroso desierto del Sahara, sentí miedo cuando los cocodrilos rodearon mi falúa en el Nilo y solo volví a encontrarme en paz en aquel romántico velero del Adriático. Me atreví con un safari por el Serengueti, fotografié gorilas en Uganda, fui de Moscú a Pekín en el transiberiano, me sumergí en el Ganges, medité junto al Dalai Lama en el palacio de Potala en el Tíbet, monté elefantes en los bosques tropicales de Tailandia, palpé el hielo de la Antártida, bailé en el carnaval de Rio y al ritmo del tango en Buenos Aires. Acampé en Machu Pichu, surfeé en México, buceé entre tiburones en las Bahamas, corrí la maratón de Nueva York, caminé sobre glaciares en Groenlandia… tantas cosas, tantas emociones… y ninguna se compara a cuando pones tu cabeza sobre mi pecho en el sofá, y te duermes.

- Carlos, Badajoz -

Son las cuatro de la tarde, me levanto con dolor. Siento clavos en la cabeza. Esto se arregla con uno o varios trozos de pizza de ayer y con un poco de agua con una pastilla para agilizar el proceso. No puedo salir de casa, no quiero salir, lo único que quiero es ocupar de forma egoísta el sofá, sin compartirlo, todo para mí. “Un sofá no es solo un sitio dónde sentarse” escuché una vez. Cierto, es un lugar donde recuperarse, reconfortante, donde te acurrucas y disfrutas del momento sola o en compañía, donde te quedas dormida y bufas cuando te despiertan para mandarte a la cama. Hoy es mío, no es nuestro, hoy el sofá no lo comparto.

- Raisa Iratxe, Gipuzkoa -

Suena la puerta... "Ahí viene otro cliente. No. Es una familia entera...", piensan los sofás en la tienda, sin saber lo que les espera. "Adelante, señores. Prueben nuestros sofás", anuncia el vendedor risueño a la familia de cuatro y uno más. "¡Quiero uno clásico, cómodo y no muy caro!", es lo que el padre de primeras ha exclamado. "¡Oscuro y que sea fácil de limpiar!", se queja la madre que sabe lo que le va a tocar. "¡No, mejor uno chic, en blanco y negro!", se pronuncia la hija mayor, la del sombrero. "¡Pues yo quiero uno rosado y blandito!", pide la pequeña, la del vestidito. Nada declara el gato que llevan. Suyo será cualquiera de los que allí esperan. Saltan aquí y saltan allá, uno y otro están a probar. No hay acuerdo, se echa a suertes; la madre es la más fuerte. ¡Adiós compañeros! -se despide el sofá- ¡Otros vendrán que os llevarán! Y al cabo de un mes, en la casa del Andrés. Todos sentados y contentos están, ahora hay acuerdo con el nuevo sofá.

- Miguel, Ourense -

Aquel sofá de tela azul suponía su reducto de escape. Desde que había llegado Mateo a casa se le hacía cada noche más difícil dormir junto a él. Junto al ser que lo había despojado de todo privilegio. En la duermevela, había pensado alguna vez en arrastrarlo hasta el portal para que las cigüeñas lo recogieran, pero temía la reprimenda de los papás. Optaba entonces por arrastrar el nórdico por el pasillo hasta el salón. Se había aprendido el camino a ciegas, a base de golpearse en cada uno de los muebles. Una vez en el sofá se sentía reconfortado, el vértigo de la libertad que otorga la ausencia de barreras protectoras le hacía olvidar la rabia y las ganas de llorar, y se dormía soñando que era un pirata o un piloto de aviones. Horas después se levantaba en su cama por arte de magia, como si de verdad hubiese volado; entonces, aún extrañado, volvía al salón para ver los dibujos animados. Mamá le preparaba el desayuno en la cocina, mientras que Mateo, cómplice, le sonreía entre los cojines del sofá, bien protegido para que no cayera, y le disparaba con sus pequeños deditos imitando al valiente Lucky Luck.

- Javier, Madrid -

LA VIDA Hoy no está siendo un buen día. Nunca me han gustado los lunes, y especialmente este. A pesar de mis veintisiete años de trabajo a las espaldas, sigo sin acostumbrarme a madrugar. Sin embargo, hoy, por las circunstancias, me ha dado por la nostalgia. Mi padre empezó a trabajar aquí el mismo año en que yo nací, y ahora hago lo mismo que él hacía con sus laboriosas manos: tapizar estos sofás que siempre estuvieron en casa. La empresa ha crecido. Aquí me enamoré de esa “cosedora” que me hace feliz, y que me ha dado dos preciosas hijas. Mi padre ya no está, y eso me ha hecho consciente de la medida justa de las cosas. Hoy sé que lo que hacemos es importante… Como este sofá en el que estoy trabajando. No sé dónde acabará, pero sí sé que en algún rincón del mundo voy a hacer a alguien feliz…

- Mercedes, Sevilla -

Cada etapa de mi vida está enmarcada por un sofá. El primero que conocí era un colchón sobre cuatro patas empotrado en una librería. Sus bajos fondos eran mi mejor escondite y sobre él se extendía un amplio campo de batalla donde me defendía de cualquier invasor con mis proyectiles de cojines, almohadones y peluches. Más tarde el mejor antídoto contra la soledad de mi cuarto de estudiante fue aquel sofá de cuero marrón de la salita, donde las largas y tediosas horas frente a los libros se convertían en momentos de risas y confidencias con mis compañeras de piso. Ya casada, en mi rinconera modular pasaba las tardes cosiendo mientras esperaba la llegada de mis hijos, que me contaban su día en el cole comiendo un bocadillo que llenaba el tapizado de migas y le dejaba algún indeleble recuerdo. En la casa de campo cubrimos el viejo sofá cama con una funda y nos apiñamos en él calentados por el fuego de la chimenea, dormitando o soñando despiertos, muy juntitos. Ahora que todos se han ido quizá haya llegado el momento de estrenar un gran sillón orejero de relax.

- Carmen, León -

Adivina adivinanza. ¿Qué mueble es el Rey de la Casa? Piensa en cualquier mueble que tengas en casa. Te darás cuenta que TODOS ellos sólo tienen una finalidad, a lo somo, dos funciones. Piensa... Sí, una mesa. Puedes comer y trabajar encima. ¿Qué más? No mucho más. ¿Una silla? Te sientas. ¿Un armario? Guardas. Piensa. ¿Una cama? Descansas y te diviertes. ¡Te has dado por vendid@! ¡El sofá! Sí, claro. En el sofá se hace todo eso y muuucho más. Por eso es el más útil, el más visitado y amado de todos. Majestuoso, dominando el espacio, el sofá es, sin lugar a dudas, el Rey de la casa.

- Maria, León -

Lo mejor al entrar en casa es  ver a mi familia esperándome sentados en nuestro sillón, es como una terapia holistica ,,,,,,,, ohhhhhh...te hace tocar la piel a tu familia , oler su perfume compartir abrazos---. somos 5 en mi hogar , cogemos y podemos estar cómodos todos... son de estas cosas que compras y cada día estas mas contento de haberlo echo..... se nos ocurren tantas cosas mientras estamos en el que parece mentira , el poder compartir lo que abre la mente, Os voy a contar como descubrí el sofá... un día estábamos de paseo por un centro comercial en Lorca , fue como un flechazo lo vimos en un cartel que tenían en la calle de donde estaba para venderlo, lo vimos y decidimos entrar a ver como se estaba en el. y hay surgió el amor ,,, nos miramos todos a los ojos y dijimos este es nuestro sofá... lo tuvimos clarísimo .. así es como la gente se enamora de la vida y eso es lo que sentimos con nuestro sofá es un miembro mas del nuestro hogar, un abrazo y gracias al diseñador por haber tenido esta inspiración tan maravillosa. loveeeeee

- paky, murcia -

Hoy es una jornada de auténtico invierno. El viento del norte sopla con fuerza mientras las nubes se abrazan a las montañas para no ser barridas. Aunque ya es mediodía, la luz es muy tenue. Nadie quiere salir a la calle; es como si todos deseáramos ser el famoso oso Yogui y poder hibernar a la espera de tiempos mejores. Pero no es posible. Hay que salir a la calle y trabajar duro. Tras pasar toda la mañana a la intemperie llega el final del turno y no siento las manos; las tengo mojadas y con el frío aire se han entumecido. Por fin llego a casa. Sólo pienso en ducha caliente, manta y sofá. Un café con leche abrasador humea en la mesa y en la estufa crepita el fuego. Poco a poco recupero temperatura. Son las cinco de la tarde y llega mi hija pequeña del colegio. Yo me hago el dormido mientras ella se quita la ropa mojada y se cuela debajo del edredón para calentarse. Me da un delicado beso para despertarme: - Papá, hoy mejor en el sofá. Yo sonrío mientras la abrazo: - Vale hija, lo que tú mandes.

- Sergio, Álava -

Lo miro de reojo sentado en el sofá, tan cerca que noto su respiración entrecortada, tanto como para notar su vello erizado, el palpitar de sus latidos en el cuello, pero no lo suficiente para leer sus pensamientos, mi piel fundida con la del sillón, descansa desnuda, tensa, el exterior es repentina quietud, pero en el interior borbotean los pensamientos y el corazón late con ardiente galope, el sillón húmedo, caliente aún, tan callado como sus moradores, desordenados los cojines, mezclados con la ropa en el frío suelo. Se acomoda en el sofá, su crujido es el único sonido en una estancia, donde minutos atrás hubiera sido imperceptible engullido en la tormenta de la agitación . ¿Hablar? ¿Vestirse? Mejor abandonarse, acurrucarse en el sillón, testigo fiel y sostén, soporte y confidente mudo de la escena, lugar seguro donde refugiarse de nuevo al nuevo acto, un brazo cálido me rodea, aún no ha bajado el telón, como atrezo indispensable un sillón sin cojines y dos almas sin ropa.

- Nieves Daida, Santa Cruz de Tenerife -

Es donde me apasiono y me deprimo, donde disfruto y me entristezco. Es mi parque, el gimnasio donde sudo y el campo de fútbol donde marco mis goles. Es mi rincón del café, desde donde visito ciudades y recorro lejanos paraísos. Es mi montaña, mi río y mi mar, donde vivo miles de vidas y sueño con las siguientes. Después de aquel fatídico accidente, es el vehículo con el que viajo hasta el infinito.

- Jose Carlos, Huesca -

Lo mejor al entrar en casa es  tumbarme y despertar en el sofá sin saber qué hora es. No hay nada como madrugar voluntariamente y sin horarios. Todo está en silencio y me tomo mi tiempo para meditar. Un sofá no es solo un sitio dónde sentarse y no veo mejor momento, antes de que despierten el resto de vecinos y comience la serenata diaria de golpes, voces y demás ruidos matutinos molestos. Descubro un libro bajo la mesita y leo un capítulo al azar que me hace replantear mi vida. Enciendo la radio y suena mi canción favorita. Mientras la escucho vuelvo a quedarme dormido.

- Javier, MAdrid -

Después de los juegos de Barcelona 92, mis hermanos y yo decidimos hacer nuestras propias olimpiadas. Muy solemnes, nos inventamos hasta unos himnos y unas banderas. En casa de mis padres había un tresillo que pasó a hacer las veces de zona de saltos del estadio olímpico. Así, en él hacíamos salto de altura, longitud y hasta probamos con una improvisada pértiga. Pero un día mi hermano mayor batió el record de salto de longitud, y, digámoslo así, descuajeringó el tresillo. Cómo era de esperar, nos llevamos una bronca monumental . Una semana más tarde, al llegar de vuelta del colegio, me tropecé en el descansillo con unos mozos que subían a casa un sillón nuevo por la escalera. Le pregunté a mi padre sobre la suerte que correría el viejo tresillo y me dijo que lo llevaban al pueblo, a casa de mi tía. Nunca lo vimos, y nos acabamos olvidando de él. Este año, en las fiestas del pueblo me quedé alucinado al verlo en la peña de uno de mis primos. Desde entonces, es el icono del grupo de whatsapp que tengo con mis hermanos.

- Sergio, Madrid -

Historias de un sofá Soy un clip y voy contarte cómo acabé mis días ligado a las historias de un sofá, porque un sofá no tiene historia, tiene historias. Iba en el bolsillo de su pantalón, sintiendo confort y seguridad. Su dueño, el del pantalón, había quedado. Era un día importante: él iba a hablar de amor. Era un día importante: ella iba a hablar de amor. Ambos tenían claro el lugar de encuentro, ese bar, ese sofá. Se vieron, se sentaron y empezaron a hablar. Estaban nerviosos, yo también lo estaba, no os vayáis a pensar: había presenciado todos y cada uno de sus encuentros como si fuera un talismán. Él se movió para acercarse a ella y de repente, surgió el beso, allí en ese bar, allí en ese su sofá. De la emoción, resbalé del bolsillo y caí entre los dos cojines del sofá. Al principio me preocupé, pero al mirar a mi alrededor descubrí todo un mundo: el mundo de las cosas olvidadas en los rincones de un sofá. Él ya nunca estará solo, pensé, tal vez sea el momento de explorar este nuevo mundo lleno de historias, las historias de un sofá...

- Lorena, Almeria  -

Esa tarde al salir del trabajo se detuvo un momento a mirar el reloj. Había quedado a las 20:15h aproximadamente, eran las 19h. -Perfecto- pensó- me da tiempo de ir a comprar- Y así lo hizo, le daba pereza ir a comprar ya que tenía muchísimas ganas de volver a casa. Pero no tenía sentido adelantarse a la cita, puesto que sería un tiempo que no aprovecharía para nada y que aún se le haría más eterno. Así pues hizo las compras de rigor y puso rumbo al hogar, vació el contenido de las bolsas y colocó cada cosa en su sitio, mientras calentaba un té en el microondas. Miró el reloj, ya casi era la hora. Cogió la tablet que estaba sobre la mesita y se sentó en el sofá, mullida entre cojines, calentita bajo la manta. Conectó Skype, y allí estaba ya, la llamada de esa persona especial. Ese era el mejor momento del día, relajarse en el sofá y compartir lo que le había ocurrido durante el día con su pareja que vivía fuera. Ese momento del día, en el que se sentía única y especial hablando con él sentada en el sofá.

- MARIA JOSE, Murcia -

Lo mejor al entrar en casa es  entrar en el salón, nuestro salón... Ese pequeño espacio que soñamos tanto tiempo en "hacer nuestro", y que por fín lo conseguimos. Ver cada rincón y recordar cada historia y cada momento vivido en el. Ese espacio que está lleno de amor, pero que algún dia rebosará aun mas. Entrar y ver ese mueble que está ahi en la esquina llamado sofá, con nombre tan corto, pero con poderes tan grandes, capaz de hacer tanto, y sin hacer nada. Ahí donde hemos decidido tantas cosas para nuestro futuro, ahí donde nos hemos reido tanto, ahi donde te veo dormir despues del trabajo, Ahí donde invitamos a tantos amigos y hemos pasado buenos momentos, Ahi donde ponemos una tela para que los perros no lo ensucien, Ahi donde todo depende de ti, porque el sofá manda sobre el resto del salón, y no todo vale para que quede perfecto. Ese eres tu, mi pequeño gran sofá. Y cada vez que lo cambie, será mas grande.... Más grande tu fama, y mas grande mi familia.

- celia, alicante -

Desde que Rascal, mi gato, llegó a casa, cada anochecer teníamos la misma batalla. En el preciso instante en que escuchaba que me acercaba, corría a ocupar el centro del sofá. Cuando yo llegaba para disfrutar del descanso del ocaso del día, él bufando y yo renegando, peleábamos por ser el inquilino del sofá. A veces vencía yo, y Rascal se veía obligado a tenderse sobre la alfombra. Otras veces, para qué negarlo, ganaba él y yo adelantaba mi huida a las sábanas, profiriendo toda clase de maldiciones sobre toda la especie felina. Aunque en el fondo no le reprochaba nada. Quién desearía tirarse sobre la alfombra, teniendo un sofá tan cómodo como el nuestro. Por eso, y por el cariño que le tengo a ese maldito gato, hace unas semanas decidí hacerle un regalo. Nada más y nada menos que un mullido puff redondo, donde podría descansar su menudo cuerpo tantas horas como quisiera. La paz ha llegado a mi hogar cada noche. De hecho, este microrrelato lo escribo relajado, sentado sobre el nuevo puff de mi salón. Rascal, desde el sofá, de vez en cuando me mira y juraría que sonríe. En fin…es mi gato y su sofá.

- Natalia, Burgos -

Exhausto No puedo más y al llegar a casa me desplomo en el sofá. Llevo desde que encendí el coche pensando en este momento. En como los almohadones iban a envolver mi cuerpo. Te juro que me daban escalofríos de anticipación. Inerte y estirado en la textura confortable, dudo mucho que ni una grúa pueda moverme de aquí, por mí como si el mundo revienta en el exterior, ni me inmutaré. Tras dos turnos de pie delante de una maquina, no hay lugar en el que prefiera estar. Mis parpados perciben la claridad que se filtra con las primeras luces de la mañana y en ese instante considero reubicarme hacia mi dormitorio, pero el hormigueo de mis piernas me dicen que mejor me gire, ponga mi cara lo más cerca del respaldo y que me guarezca en la oscuridad. Por un momento noto, que durante mi pernoctación, mi saliva se ha deslizado fuera de mi, que profundo he dormido. Llaman a la puerta y creo que no tengo escapatoria, es momento de abandonar mi nido, aunque espero fervientemente que mi futuro interlocutor no se ría de las marcas que hay por todo mi cuerpo, cicatrices del tapizado de mi guarida

- Irene, Barcelona -

De pobres que éramos de críos tenía que compartir cama con Loreto, mi hermana. Algo que no me molestaba, salvo cuando comenzaron a caérseme los dientes, y el Ratoncito Pérez tuvo que dejarme los regalos entre los cojines del sofá. Despertar, salir corriendo al salón y hurgar entre los recovecos del sofá, dando con las chucherías que me hubiera dejado a cambio de mi diente de leche, se convirtió en uno de los mejores recuerdos de mi infancia. Una noche, al levantarme después de haber perdido una paleta, caminé hasta el salón y encontré a mi padre arrodillado junto al sofá con tres sugus y una piruleta en la mano. Los miró con lástima y los introdujo entre los cojines. Yo me escondí detrás de la puerta y cuando se marchó recuperé los caramelos. Abrí uno de los sugus, lo paladeé y después repté hasta el dormitorio de mis padres, donde dejé el resto de las chuches en la butaca del cuarto, salvo el sugus que me comí y otro que dejé en mi habitación para Loreto. Aquella noche comprendí que debíamos ser muy pobres, para que mi padre hubiera dudado en robarme la recompensa por mi diente.

- Elvira, La Rioja -

¡Cuánto hogar es capaz de crear un sofá! Mi amiga Noe dice que los sofás carecen de personalidad propia porque no llegan a ser ni una silla ni tampoco una cama; híbridos, así es como los denomina. Hoy me he acordado de ella y de sus opiniones tan esnobs, pues cuando he llegado a mi nuevo pisito de Valencia he sentido por primera vez que estaba en mi hogar. ¡Por fin veo mi pequeño apartamento como el lugar dónde quiero estar!, y todo gracias a que en la salita acaban de instalar mi nuevo sofá. ¡Hay que ver cómo cambia la estancia! El sofá marca su propio estilo y será él, sin duda, el que decidirá el resto de la decoración. Ahora estoy muy ilusionada y la pereza que en un principio tenía por venirme a vivir a la ciudad, yo que siempre me he sentido desamparada en medio de tanta muchedumbre, ahora se ha desvanecido por completo y me siento a gusto tumbada en mi sofá, a mis anchas, con los pies en alto encima de un cojín, disfrutando del relax que me proporciona el que de ahora en adelante será mi compañero de siestas.

- MIRIAM, Valencia -

Cómo nos ha cambiado la vida desde que llegó nuestra gata a casa. Uno regresa cansado, exhausto de estar todo el día trabajando, escuchando problemas ajenos, de emitir más de una sonrisa falsa, de almorzar a destiempo y con las falsas promesas de "mañana me pongo a dieta". Sin embargo, abrir la puerta, encontrar a mi pequeña esperándome en el sillón e invitándome a disfrutar del gozo y el relax. Eso es un premio: caricias, mimos, besitos, pelo, mucho pelo pero no importa. La comodidad es lo primero. Gata + Sofá = autoayuda. Y despertar la envidia y los celos en tu pareja. La cual, haciendo uso de su inteligencia se une a nosotros en el sofá e incrementa los niveles de felicidad.

- Adrián, Madrid -

EL LECTOR Camuflado en el azul verdoso del sofá, como verdina que crece donde no hay más movimiento que la vida haciéndose hueco entre la piedra, el lector, fundido entre sus cojines para no ser visto y evitar ser molestado, lee. Montañas de lecturas le esperan, le reclaman, le gritan desde sus páginas personajes que quieren ser admirados, comprendidos, odiados o deseados. Concentrado y feliz el lector lee y se sumerge en su sillón; ajeno a la superficie, ajeno al girar del mundo, ajeno a su propia existencia. Invisible.

- Macarena , Sevilla -

Parecía un sueño, pero no, era real. ¡Y precioso! Estaba abandonado en la acera, al lado de los contenedores de papel y cartón de la Avenida Principal. Al acercarme vi que tenía un par de muelles rotos y la tela rasgada en uno de los brazos, pero el sofá aún se erguía majestuoso y elegante sobre sus estilizadas patas de madera. No me encontraba lejos de la calle en la que vivía, así que cargué con él poniendo mucho cuidado para no dañarlo. El esfuerzo mereció la pena. Berta aplaudió feliz en cuanto lo vio. Apartamos el cazo, la sartén, el carrito y los cartones y lo colocamos justo debajo de la farola, alejado de las frías corrientes que llegan de la parte norte de la ciudad. Lo contemplamos durante un instante eterno antes de atrevernos a sentarnos en el borde, despacio, mientras escuchábamos el leve quejido de sus entrañas al sentir por primera vez el roce de nuestra piel. Después, como amantes consagrados, apoyamos el peso de nuestros cuerpos cansados en su respaldo y nos abandonamos a su abrazo cálido y confortable. Esa noche soñé con más intensidad que otras veces que, además de un hogar, teníamos una casa.  

- Margarita, Ceuta -

Posee la medida perfecta, ni muy grande ni muy pequeño. La pared recoge sus marcas con agrado y no parece enfadarse por los surcos que le infringe. Es modesto y no le gusta destacar entre los demás muebles que pueblan el comedor familiar. Mi madre lo protege con afecto, de roces, con telas de colores. Y echa de allí a los niños cuando se lanzan a saltar encima pudiendo lastimarle. Rápidamente comprueba que no haya sufrido heridas de importancia y vuelve recolocarle con afecto la tela que le cubre.

- Elisenda, Barcelona -

Necesito descansar pero no me voy a dormir, esta vez no, solo quiero un momentito para recuperar fuerzas y volver a la carga; acerco el puf y pongo los pies sin quitarme los zapatos, total, lo justo para recargar las pilas. Qué bien se está aquí, son solo cinco minutitos de relax pero cómo me cunden, esto sí que es descansar, un rato de sillón y como nueva, y no, de verdad que esta vez no me voy a dormir; a lo mejor debería irme a la cama y echarme un ratito, pero que no, que no me voy a dormir, que es solo un segundín de nada, si en el sillón estoy bien, es más, voy a aprovechar para practicar un poco eso de la meditación, solo hay que cerrar los ojos y dejar la mente en... zzzzzz

- Lucía , Madrid  -

Parecía un sueño y ahora  ya he puesto en marcha el engranaje de la memoria. He escondido una fotografía actual (que en el momento de encontrarla será un recuerdo), una entrada de cine y un recorte de periódico. También he dejado una serie de objetos que sin duda conseguirán, en un futuro cercano, encontrar la salida al laberinto que conforma el olvido. Ya está todo preparado para rememorar todo lo vivido anteriormente. Estoy en el umbral de la edad de la nostalgia y ahora solamente queda esperar el discurrir del tiempo para disfrutar, cuando lleguen, de momentos que creía perdidos. Todo eso sucederá sentado plácidamente en mi sofá. Mi máquina del tiempo. Mi cajón desastre. Mis recuerdos.

- Raúl, Palencia -

Se sabía vencedora. Pero el verlo destruido lejos de provocarle pena, la enfurecía. Su obstinado silencio, la falta de reproches y el misterio acerca de su petición. Un divorcio y el solo quería ese viejo sofá. No el auto, la tv para el futbol, solo el sofá. -Es solo un sofá- replicó ella, intentando arrancarle la explicación. Y le dirigió una mirada de desprecio. Estaba manchado, sucio, desvencijado en sentido general. El cruzó los brazos y arqueo las cejas. - Te has quedado todo y no importa, pero el sofá esta fuera de discusión. El sofá era su coraza contra la incertidumbre. La máquina del tiempo hacia sus recuerdos. La piel manchada de color rosa, el preferido de su hija. El costado derecho roído por los dientes de la chinchilla. El relleno hundido por el peso de sus cuerpos y esas noches de pelis malas. Era la cura contra su nostalgia y tal vez, algún día, el inicio de otra historia. Ella dejó caer los brazos en señal de derrota y se marchó tirando la puerta. -Este sofá no es solo un sitio donde sentarse. Pero, ella no lo entenderá nunca.

- Osvaldo, Barcelona -

EL LEGADO Mi padre falleció hace un mes. Aún no me he recuperado de su pérdida. La sensación de ausencia se agrava cada vez que voy a su casa. Abro las ventanas para que se ventile y, mientras espero, recorro todas las estancias. En el salón, lo primero que veo es su butaca, junto al sofá donde, siendo niña, escuchaba con deleite sus interminables relatos por capítulos: historias habitadas por simpáticas brujas, escobas averiadas y brujos gafes. Al sentarme en mi lado del sofá ─el más cercano al suyo─, parece que aún lo viera allí, con su pijama de rayas, sus zapatillas de cuadros, recién duchado, después de un duro día de trabajo. Mi padre fue un hombre de origen humilde, que sacó doce hijos adelante. Fueron tiempos duros, pero nunca nos faltó lo necesario, y siempre nos sentimos queridos. Sé que mi padre no poseía bienes. La casa era alquilada y, por tanto, sólo nos podrá legar enseres de poco valor monetario, pero de gran valor sentimental. Mi padre supo siempre cuál era mi lugar favorito y porqué, como lo sabía de cada uno de sus hijos. No tengas dudas, papá: en tu butaca, tus historias seguirán teniendo voz.

- PATRICIA, CANTABRIA -