2. UN SOFA ES ALGO MÁS QUE UN SITIO DONDE SENTARSE


Concurso finalizado

Ya tenemos los 5 microrrelatos ganadores de esta primera edición del concurso de microrrelatos junto con los otros 45 finalistas:

1º premio: 1 Sillón Lenny + 1 Manta Famalover + 1 CD
2º premio: 1 Sillón Kangou + 1 Manta Famalover + 1 CD
3º premio: 1 Sillón Oscar + 1 Manta Famalover + 1 CD
4º premio: 1 Mesa Sole Aianne Love + 1 Manta Famalover + 1 CD
5º premio: 1 Pouf redondo Aianne Love + 1 Manta Famalover + 1 CD
Los 45 finalistas restantes, recibirán una manta Famalover. Además se ha realizado el sorteo de 25CD "Dignity and Freedom" del grupo Freedonia entre todos los participantes.

RELATO GANADOR:
Primer premio

Acababa de llegar a casa, después de un duro día, y me acurruqué en mi sofá abrazando los cojines, llevaba horas deseándolo, y no conozco a nadie que no hubiera hecho lo mismo en mi lugar. Cerré los ojos y me dejé envolver por ese momento, es algo que nadie me podía arrebatar. Disfrutaría de ese placer hasta quedarme dormida y después, al despertar, sé que me sentiría más calmada, más tranquila, en definitiva, a salvo. Es curioso cómo pasa por alto el lugar de la casa que más momentos vive contigo: Las comidas ligeras de verano, las películas con manta en invierno, las cervezas con amigos, los llantos por malas noticias, las guerras de cojines, los enfados uno en cada esquina, los abrazos estrechos, los juegos con el perro, las siestas necesarias, el estrés de los exámenes, la lectura de los mejores libros, escribir durante horas… en la vida las cosas cambian, las costumbres se modifican y las personas evolucionan, pero tengas la edad que tengas, siempre te gustará vivir esos pequeños momentos.

- LEYRE, Cantabria -

Segundo premio

Cuando yo era pequeño mi padre me sentaba a su lado en el sofá y, antes de irme a la cama, me hacía un juego de cartas. Me pedía que escogiese una y ante mis ojos desorbitados la volvía invisible con un sencillo abracadabra. Por entonces yo pensaba que él era capaz de cualquier cosa. Sin embargo, aunque nunca llegué a descubrir el truco, la magia muy pronto desapareció. En la adolescencia comencé a encontrarle fallos, la juventud me hizo saber que jamás llegaríamos a entendernos, la edad adulta me alejó de su casa, y sólo con el paso del tiempo y mi propia paternidad pude comprender que él fue, simplemente, un hombre. Un hombre bueno y esforzado, tan contradictorio como cualquiera, tan inseguro como todos. Hoy, al regresar de su entierro, he vuelto a sentarme en este sofá desvencijado que lo acompañó durante toda su vida. A modo de abrazo he metido mis dedos entre las rendijas de sus cojines y los he encontrado. Naipes, decenas de naipes. Ases de corazones y de picas, cuarteados como el cauce de un río seco. Toda la magia entre mis manos. Abracadabra, papá, no sé cómo lo haces, pero todavía consigues sorprenderme.

- Raúl , Madrid -

Tercer premio

Mi sofá es como aquel baúl donde guardamos todos aquellos momentos que un día significaron algo especial para nosotros. Llegas, te sientas y te transportas a aquellos instantes que marcaron un antes y un después en tu vida: la primera declaración de amor por teléfono, aquel libro que te hizo reflexionar acerca de adónde iba tu vida y cómo querías realmente pilotarla, aquel primer beso que aún estaba patente en tus labios al llegar a casa... Mi sofá es como aquel cofre de objetos perdidos en el que encuentras lo que llevabas buscando durante un tiempo: ese bolígrafo que te regalaron y que usaste para firmar aquel contrato tan importante, esa goma de pelo que siempre llevabas en tu muñeca hasta que se te extravió un día, esa llave que sólo tú sabes qué puerta abre... Mi sofá es aquella página de diario en la que no hay secretos, en la que todo está lleno de ilusiones y sueños que pugnan por asentarse y sentarse junto a mí, en mi sofá.

- Silvia, Madrid -

Cuarto premio

Sabía que los cuentos de hadas no eran reales pero, aún así, me gustaba soñar despierta a que yo, desde mi sofá, giraba el timón del barco y descubría piratas de esos que son jovencitos y viajan por aguas cálidas, protegiéndome de tiburones. Me gustaba pensar que un príncipe se arrodillaba a probarme un zapato y éste me quedaba perfecto. También solía mirarme al espejo y pensar que, en mi reino, no había nadie más mona que yo. Entonces es cuando me despertaba de la cabezadita que acababa de dar y descubría que no había piratas cerca pero sí pequeños juguetes en forma de peces y tiburones que surcaban las olas de mi alfombra. Tampoco había zapatos de cristal, pero sí zapatillas de estar en casa que mi particular príncipe de diez años me ofrecía con sus dulces manitas. Tampoco había espejitos que me dijeran que la más hermosa de todas era yo, ya que estaba por ahí rondando mi preciosa princesa de cinco años y era inevitable que todos los espejos coincidieran en nombrarla la más bella. Me gusta soñar con cuentos de hadas cuando echo algún sueñecito en mi sofá porque siempre, al despertar, la realidad es mucho mejor que el cuento que me contaron cuando era pequeña.

- Belle de jour, Madrid -

Quinto premio

Querido sofá: Eres el mueble más versátil y camaleónico de nuestro hogar. Te transformas, según las exigencias de tus ocupantes, que varían en función de las circunstancias, en número, peso y volumen. Puedes ser un regazo acogedor que acunas y ofreces, sin resistencia, tu amplia y mullida espalda, cuando necesitamos sentirnos arropados. O devenir en refugio donde sosegar desvelos, reposar inquietudes o sueños. En otras ocasiones simulas ser una atrayente hamaca, con la sola pretensión de ofrecer reposo a tus ocupantes. Pero también sabes de juegos y travesuras. Tan pronto eres un imponente barco de piratas, como una divertida cama elástica o un cómodo vagón de tren, en el que para hacer más ameno el viaje, leemos un cuento a varias voces. Con total naturalidad y discreción te has erigido en el rey del salón y cuando llegamos a casa, todos sin excepción, vamos a rendirte pleitesía.

- Dolores, A Coruña -

Finalistas

Nada más llegar a casa, cojo el portátil y me voy directa al sofá. Mientras se va encendiendo pienso en que tendrá que contarme hoy, nuestros viernes noche de skipe son ya parte de la rutina. Me voy acomodando, apoyo la cabeza sobre el cojín y me quito los zapatos al tiempo que vienen a mi mente los recuerdos de aquella discusión por ver si al final comprábamos el modelo "Loto"o el "Calessi". Lo busco y veo que ya está conectado y apenas unos segundos después empieza a sonar la llamada, descuelgo y veo que sonríe. "¿Estás sentada?, me dice. "Pues claro cariño, en el querido chaisse longue de tu "Loto", río yo divertida. Vuelve a sonreírme y escucho las palabras que salen de su boca como si no fuesen reales: "Vuelvo a casa". Tres palabras que dan paso a un estallido emocional y hacen que recuerde aquel dia, hace ya más de dos años, en que me dijo que se marchaba en busca de un futuro laboral mejor. Me quedó mirándole a través de la pantalla y le digo: ¿Entonces a partir de ahora voy a tener que compartir sofá?. Ahora somos los dos los que reímos.

- MARÍA , MURCIA  -

Para algunos, la felicidad está a muchos kilómetros de distancia. Para otros está tan arriba que casi las nubes pueden palparla. Para mí, la felicidad está justo a 75 centímetros del suelo. Es la longitud exacta que se estira mi hija para apoyar sus bracitos en el sofá y jugar con nosotros. 75 centímetros dan para mucho y es que, si os fijáis, son la distancia perfecta para dejar caer las pantuflas al suelo sin temor a que se queden del revés y se ensucien. Somos capaces de descubrir los corales y peces más llamativos si miramos desde la superficie de las aguas cristalinas hasta 75 centímetros, que es cuando nuestra vista empieza a ponerse borrosa. 75 centímetros es lo que necesitamos para llegar de una zancada a coger un autobús o un metro. Alargamos nuestro brazo 75 centímetros y tenemos a nuestro alcance aquel portarretratos que se nos quedó en la mesilla o aquel vaso de agua de la cómoda. 75 centímetros. Ni cerca, ni lejos. La distancia perfecta para descubrir las 75 formas de besar, los 75 motivos por los que sonreír cada día, las 75 páginas que le quedan a mi libro y las 75 mejores películas de la historia. 75 centímetros. Ni uno más, ni uno menos pero siempre, en mi sofá.

- Silvia, Madrid -

Después de ocho horas sentada frente a la pantalla del ordenador, resulta irónico que al abrir la puerta de casa sólo piense en tirarme en el sofá y encender la tele. Pero hoy, cuando le doy la vuelta al cerrojo, no escucho patas arañando la puerta, y cuando me asomo con cautela, no hay rastro de alma humana más que la mía, y me embriaga ese sentimiento egoísta y exquisito que hacía tanto que no tenía. Bendita soledad, amiga mía, te echaba tanto de menos. Por el rabillo del ojo veo una pelusilla rodando por el pasillo cual alicornio en el lejano Oeste, pero he tomado una decisión y no hay vuelta atrás. Hoy no habrá escoba que me aparte de mi camino. Corro a mi habitación y salgo dando saltitos con mi libro abrazado. Fuera zapatos. De cabeza al sofá. Lo abro, lo huelo, y tengo que retroceder unas páginas para volver a coger el hilo. Ahora sí, ya me vuelvo a transportar entre tus páginas. Esto sí que es vida.

- Diana, Murcia -

Todavía existía la posibilidad de que el viento despertara la bestia que había arrasado el monte, y con él nuestra casa. Era una locura, pero ahí estábamos, Maria Jesús y yo, revolviendo documentos que considerábamos importantes. Entonces lo vi. Presidiendo lo que había sido el salón, y casi indemne: nuestro sofá. Detuve mi afán y me quedé mirándolo no sé cuánto tiempo, hasta que Maria Jesús me sacó del trance. ¿Qué se supone que estás haciendo? No tenía conciencia de ello, pero me había sentado en el sofá. En mi sitio de siempre. No sé. Recordaba. Pensaba en todo lo que hemos vivido aquí sentados. Es solo un estúpido sofá quemado. Debemos terminar e irnos cuanto antes. Esto ya no es un hogar. La vida sigue. Entonces me rompí. Nunca le había gritado a Maria Jesús, pero lo hice a pleno pulmón. ¡No es un estúpido sofá! No es solo un sitio donde sentarse. Es el lugar donde nos apasionamos, donde me diste la noticia más maravillosa, donde nos relajábamos con nuestro bebé. El sitio donde soñábamos con el futuro. Maria Jesús me abrazó. Lloramos. Podríamos haber apagado otro incendio. Decidimos volver. Reconstruiríamos nuestro hogar. Repondríamos todo, menos el sofá.

- Antonio, Madrid -

Me gustaría conocer todas las historias de la gente que me cruzo por la calle, cada uno tiene la suya, y en todas siempre hay un "espectador protagonista". A veces freno mis ajetreados pensamientos y recuerdo los momentos más felices vividos. En todas las imágenes que vienen a mi mente siempre aparece él: mi "espectador protagonista". Él me ha sido testigo de todos esos momentos mágicos. Si tuviera que elegir alguno de ellos, elegiría uno en el que me sirvió como cómplice para dar la mejor noticia: dejábamos de ser dos para ser tres. Todavía tengo en la retina la cara de mi compañero de viaje al decirselo, se sentó a mi lado y me abrazo, tan fuerte que casi me toca el alma. Pasamos la noche haciendo planes y él estaba ahí con nosotros, mi "espectador alentador". Ha pasado el tiempo, y ahora, un año después, es asaltado, manchado , pisoteado.... y no se queja, hay una pequeña a la que mima, arropa y protege. Mi espectador tiene ahora dos funciones, durante el día es un "gran canguro" y por la noche una cita para dos"…. Y sigue con nosotros y seguirá estando, mi sofá, nuestro sofá, nuestro "espectador".

- María Teresa, Murcia -

Fuera estaba la noche y la tormenta, el frío y la soledad. Más allá de la ventana, golpeaba el aguacero más violento que jamás había visto. Sin embargo, yo estaba dentro. ¡Sí... dentro! Acurrucada en el sofá. Y eso era sinónimo de mantita en las piernas, de libro entre las manos y de luz coronando mi cabeza desde la lámpara de pie. Aquel era mi rincón. Nuestro rincón. Porque si yo estaba, también estaba Reyna. Pero ella, mi gatita, se metamorfoseaba en el sofá con su suavidad, su calorcito y su color grisáceo. Nunca supe de dónde había venido. Simplemente había llegado y allí estaba. De hecho, siempre he sospechado que ha nacido de las entrañas del mismo sofá. Sólo así sería posible explicar su más que evidente parecido y su ronroneo filial al reposar sobre la mullida maternidad de mi sofá. Nos miramos. Miramos por la ventana. Nos estremecemos. Y, nuevamente, cada una se pone a los suyo: yo leo y ella sueña con ovillos de lana. Pero las dos seguimos acomodadas y calentitas en nuestro trono. El trono que hace hogar...

- Miguel, Ourense -

Nuestro viejo sofá se ha convertido en un guardián de tesoros. Aunque pensándolo mejor, quizás es un ladrón de las reliquias familiares. Tras años de juegos, momentos de descanso, jornadas felices y otras algo más grises, nuestro sofá esconde entre sus cojines todo tipo de objetos. Allí encontramos lo impensable. ¿Dónde? ¿Dónde están? No lo sabemos, pero en las jornadas de limpieza intentamos recuperar lo que custodia. Siempre aparece una nueva moneda de esas de cien pesetas que nos regalaba la abuela para comprar dulces en el kiosco de la esquina. Por no hablar de los minúsculos cerdos, gallinas, perros o vacas de la granja de juguete de mi hermano. ¿Se reproducirán en el interior del sofá? Y después están los papeles. ¡Más papeles que en una oficina! Un día aparece el ticket de un libro comprado hace años; otro, una entrada de cine; otro, la de un concierto de verano. Y después llega la pregunta de siempre: ¿Te acuerdas de cuando fuimos al…? Y por supuesto que nos acordamos y, papel en mano, empezamos a hablar y hablar de ese día. Así que… ¿cómo vamos a deshacernos de ese sofá, o mejor dicho, del museo de nuestra vida?

- Begoña, Ourense -

UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD -El día menos pensado lo tiramos -dijo Pipa mientras se aprovisionaba de cojines para no dar con las posaderas en el suelo, sentada en aquel sofá que había comprado hacía ya veinte años. El caso es que aquel viejo amigo de tela y madera había pasado tanto tiempo ya en su vida que se le antojaba difícil deshacerse de él. Siempre ponía excusas para demorar el cambio... Que si el tiempo lo había convertido en un objeto vintage, que si había otras prioridades... Pero una noche se decidió, y, con nocturnidad -a eso las dos- y alevosía, arrastró a su marido para tirarlo... Hacia las tres, extenuados, se vieron sentados en aquella acera solitaria del polígono recordando las veces que habían hecho el amor sobre aquellos cojines, las noches de cine y palomitas, o los momentos en que habían cambiado allí los pañales a su pequeño Guillermo, que hoy ya tenía dieciocho recién cumplidos. - ¡Vida! Vámonos para casa, que empieza a refrescar. Coge de ese lado, anda... Puede pasar con nosotros veinte años más. Mientras lo movían, el olor a usado de aquella tapicería no hizo sino constatarles lo sencillo y barato que era ser feliz.

- María de las Mercedes, Sevilla -

Mis padres decidieron celebrar su 50 aniversario. Después de pensarlo, les propuse a mis hermanos que nos hiciéramos una foto en el sofá de nuestras casas. Fue la manera de decirles varias cosas importantes. Habían cambiado las familias que ellos pensaban que tenían sus hijos. Mi hermana se fotografió sin su marido, ella y sus hijos en un sofá de cuero rojo. Mi hermano unio dos sofás para aparecer con sus siete hijos y su mujer. El pequeño con su pareja de hecho y su hijo. Yo, la hermana mayor, con mi hijo y mi mujer. Les llamamos a La foto Nuevas familias. Cuatro sofás. Cuatro familias muy distintas. Ahora esas fotos presiden el sofá de mis padres, ese sofá donde nos encontramos en Navidad.

- maria, Sevilla -

Plasmar mis pensamientos por escrito nunca me ha resultado una tarea difícil, tan solo tengo que dejar que la tinta se derrame por mis dedos para dibujar palabras en un papel en blanco. Pero es cierto que siempre hay un lugar especial donde surgen las mejores ideas: el mar, el campo, las montañas... En mi caso es diferente. Es el sofá donde me escondo del mundo para construir muchos otros, donde me hundo y me dejo envolver por la paz que me aporta. Donde olvido que el universo es infinito porque estoy en el espacio que más deseo. Y aquí, junto a mi taza de café, juego a contarle cuentos a mi libreta y dejo que el susurro del silencio me confiese sus secretos más ocultos. Y así sueño despierta, donde muchos cierran los ojos para viajar en el tiempo y el espacio, yo me traslado a través de mis manos trazando caminos desconocidos.

- Patricia , Granada -

Los primeros años fuera de casa de tus padres no son fáciles, lejos de la gente a la quieres. Regresar es una vuelta al pasado, un retorno idílico donde se para el tiempo. Uno de estos días, después de hablar largo tiempo mi madre dijo – ¿Sabes qué?, vamos a cambiar el sofá de la salita-. Yo lo miré por un instante y le respondí –Si no está tan mal- A lo que mi madre me respondió -Míralo, está muy feo, ya tiene la misma edad que tú- . Sonreí y respondí –Claro, ya va siendo hora de cambiarme, estoy algo anticuado-. Después de charlar, me quedé pensando sentado en el y recordé los momentos que pasaba en aquella casa y de cómo ese sofá era parte mi vida y de como aquel objeto que, a simple vista parecía inanimado en mi infancia había sido un barco, una estación espacial o la última isla habitable del planeta. Nunca nos damos cuenta de las pequeñas cosas y no observamos que, por ejemplo, un sofá no es solo un sitio donde sentarse sino algo más, un observador silencioso que pasa contigo la vida sin que tú te des cuenta.

- José Antonio, Cuenca -

Allí estaba yo, me sentía segura, capaz de luchar contra todo. Cada día resolvía mil problemas, organizaba eventos, acudía a reuniones .Era simpática con la gente, capaz de aguantar horas y horas . Sólo oía halagos por parte de todos; qué responsable eres, qué resolutiva, que eficiente, que educada...y así un día tras otro mi vida iba pasando llena de triunfos. Pero un día él se cruzó en mi camino, en mi vida. No volví a ser la misma; por primera vez me había enamorado. Sacó mi mejor versión, que ni yo misma parecía conocer. Comencé a disfrutar de la vida, a leer libros, a escuchar música, a disfrutar de no hacer nada, de dedicar mi tiempo para mí, a vivir.... No! no era un sueño, era real. Cada tarde, al sentarme en mi sillón entendí lo que realmente es importante en la vida, no son los triunfos son nuestros pequeños momentos y él me daba muchos. El camino no importa , lo que importa es hacerlo paseando y con mi sillón FAMA eso.....estaba asegurado!

- AIDA, MADRID -

Siempre que le encontraba en el viejo sofá, admirando el paisaje que se extendía tras el ventanal, permanecía unos minutos mirándole. Tan sólo eso. Detenía las ganas de acercarme por la espalda y saltar sobre el sofá, como hacía cuando era un niño y él, un abuelo renegón. Refrenaba el impulso de decirle cuánto le quería, sobresaltándole. Reprimía mi anhelo por compartir lágrimas en un abrazo. Simplemente le miraba desde lejos, ensoñado. En ocasiones, Marta, mi mujer, pasaba a mi lado como un torbellino y empezaba a abrir ventanas, sacudir alfombras y levantar a su paso, el polvo que velaba las fotografías en blanco y negro. Después, como si acabara de descubrir que estaba ahí, miraba el viejo sofá desde el que mi abuelo admiraba los atardeceres. El mismo lugar desde el que acababa de huir hacia ese lugar donde el aliento no empaña los cristales. —Algún día habrá que tirar esta antigualla —protestaba, mientras ahuecaba los dos cojines que lo decoraban. Yo negaba con la cabeza mientras me alejaba de aquella sala, con el deseo de que ese sofá continuara cumpliendo con su parte de la magia, y mi abuelo nunca llegara a irse del todo.

- Mariola, La Rioja -

Lo mejor al entrar en casa es  descansar unos instantes cómodamente en mi sofá. !Con el tiempo que necesité para escogerlo entre todos ellos! Porque mi sofá no iba a ser solo un sitio donde sentarme cuando estuviera cansado. !Claro que no! Pues lo sería todo a la vez: un lugar para evadirme frente a una buena peli, un buen libro o una buena conversación. Solo o en compañía. Muchísimas horas al año. Mi sofá tiene historias que contar. Los domingos, repanchigado frente a un "fast-food" encima de las rodillas, fue testigo mudo de resacas; arrellanado en él, dio sosiego e inspiración; acurrucado entre mantas, ayudó a fugarme a otros mundos oníricos; tumbado en él he amado y me han amado. Él, más que ningún amigo, ha sido paciente pasivo de mis risas y mis llantos, de mis éxitos y de mis fracasos. !!Conoce mis noches de insomnio!! Mi sofá es...único porque en realidad, aquel día, ÉL me eligió a mí.

- Puri, León -

Lo mejor al entrar en casa es  ir despojandome de todo aquello que me sobra; desde los zapatos hasta el último pensamiento que tuve durante la jornada laboral, ir desconectandome del mundo para conectarme a MI mundo, sentarme en el sofá para oír las historias y disfrutar de las carcajadas de mi pequeño guerrero... no necesito más que llegar a casa para comprender que todo lo que necesito para recargarme esta aqui.

- Chamaida, Santa Cruz de Tenerife -

Hay quien dice que es un mueble más, pero para mi ahora que mi mente y mis recuerdos me juegan malas pasadas, ahora que me tienen que ayudar a caminar, vestirme y hacer las cosas más sencillas gente que no consigo recordar sus nombres o en qué lugar me encuentro. Ahora vivo en un mundo que no para de cambiar para mi, pero sí hay un lugar que me ayuda a recordar que estoy en casa. Cuando consigo levantarme de mi silla de ruedas, no sin ayuda para sentarme ahora sí en un lugar mucho más cómodo y confortable, se que me encuentro en mi hogar, en el salón de mi casa donde puedo estar con mi familia y sentirme mucho mas seguro.

- Daniel, Murcia -

Que tarde era! No me había dado cuenta hasta que mire el reloj: casi las 11!! La charla cotidiana que tenia con mi colega de la oficina mientras regresábamos a casa se había prolongado mas de lo habitual. Nos despedimos y apresure el paso. Estaba deseando llegar. Me veía ya en casa, descalzándome, dejando la cartera en el estudio, poniéndome el pijama, cogiendo un tomate y un yogur en la nevera, una rebanada de pan en la alacena y estirándome en mi sofá. Sin teléfono.sin tareas que entregar. Sin gente que atender. Solo mi mantita, mi cena, mi cojín y yo, en mi sofá. Imaginarlo antes de vivirlo era disfrutarlo dos veces.

- Carmen, Leon -

Parecía un sueño y ahora  se ha hecho realidad. Una vez más sentada en aquel maravilloso sofá, donde pasé tantas horas imaginando lo que sería tener en mis brazos a un bebé, aunque ni si quiera contaba con un compañero para poder realizarlo. Día tras día el tiempo pasaba, yo imaginando, soñando, pero ningún cambio se producía en mi vida. Una lección que tenía bien aprendida es que podemos llegar a alcanzar nuestros sueños si ponemos todo nuestro corazón en ello. Con fe todo se alcanza, pero no con esa fe basada en vanas creencias, sino con esa fe basada en la certeza de que lo que queremos lo podemos alcanzar. No sabía cuánto tiempo tendría que esperar... Algunas personas no llegan a alcanzar sus sueños porque no tienen ni la perseverancia, ni la paciencia para esperar. Pero yo sí la tenía y allí me encontraba sentada en mi sofá, cuando llamaron a la puerta, me dije será el cartero (ya casi en extinción) con algún certificado. Fui a abrir la puerta y el corazón me dió un vuelco, me encontré cara a cara con mi alma gemela. Y hoy un año más tarde de aquel afortunado encuentro, estoy de nuevo en mi sofá, acompañada de mis dos amores, mi compañero y mi bebé.

- Ángeles, Cantabria -

Las dos de la madrugada. Las contracciones no cesan, van aumentado su intensidad y reduciendo el lapso de tiempo en que aparecen. Los dos tumbados en nuestro sofá Arianne mirando el reloj, mirándonos los dos, el momento está cerca, tras nueve meses intensos de experiencias, aprendizaje e incertidumbre, las contracciones continúan y cada vez son más fuertes. Nos estamos poniendo nerviosos, -Cariño, ¿vamos a la cama?, - Mejor pongo el sofá en "modo cama" y nos quedamos aquí...Descansamos un rato cogidos de la mano, mirando el reloj, tumbados, esperando el momento, el esperado momento. Las cinco de la madrugada, el momento ha llegado, nuestro Pequeño no espera más, las contracciones se han vuelto insoportables, nos levantamos del sofá, cogemos el avituallamiento básico para un par de noches de hospital y marchamos a urgencias, donde tú Pequeño, naciste enseguida, llenándonos de alegría y cambiándonos la vida. Así es, como pasamos la última noche antes de tu llegada a éste mundo, Pequeño, en el mismo sofá donde hoy te lo pasas pipa y juegas con nosotros. Nuestro maravilloso sofá Fama.

- Eduardo, Murcia -

Ahora su lugar está vacío. Recuerdo que en él pude reír, soñar despierta e incluso dormir cuando más lo necesitaba. También recuerdo que cuando lo conocí por primera vez me pareció de lo más normal y llegué a pensar que no resultaría nada especial. Pero con el paso del tiempo, me he dado cuenta que aquel primer pensamiento fue erróneo y que gracias a él he podido disfrutar de grandes momentos, felices y tristes, pero grandes al fin y al cabo. Recuerdo, por ejemplo, que un día se me calló una gota de café en él y esa gota quedó graba en su piel para siempre. La intenté borrar de todas las maneras posibles pero no fui capaz. Me dolió en el alma que por mi culpa eso hubiera pasado aunque creo que a ti aún te dolió más, ya te había estrenado. Y ahora ya no estás. Mi sofá crema nos ha dejado. Se había quedado viejecito y después de tantos años disfrutando de él tuvimos que dejarlo marcha. Hoy llega uno nuevo, pero a ti nunca te voy a olvidar.

- Andrea, Valencia -

Beep, beep, beep. 7:00 a.m., venga arriba, en pie, un café con leche y una tostada. Salida a toda prisa, oh no...! caravana, voy a llegar tarde, reunión, stress, comida, más stress. Salida, a recoger niños, llevarlos a extraescolares, hacer compras y recados,...Al fin regreso a casa, el día ha sido agotador . Abro la puerta y lo busco con la mirada exhausta, sí, sí, ahí está,...mi Manacor,...mi modular con respaldo multiposicionar, con ese color gris-marrón piedra que tanto me relaja. Ha llegado mi momento de FAMA, me dejo caer, agarro el mando a distancia y enciendo la TV. Se produce uno de aquellos momentos simples, rutinarios, pero importantes, a los que no solemos darles valor. Puedes distraerte viendo la película, o abstraerte en tus pensamientos, o compartir el día con la familia. Sea como sea, disfrutas de unos momentos de relax extraordinarios y que dislumbran un gran final Zzzzzzz.

- David, Barcelona -

Mi vida no es apacible. Matones, trapaceros y la bofia pisándome constantemente los talones. Gajes del oficio…supongo. Quizá por eso siempre he sido un asalariado de gatillo fácil y pocos amigos; sólo uno. El “culpable” de que unas pocas horas al día descansara y sintiese que la vida es algo más que esquivar balas. Sí, aquel sofá orejero de gastado cuero rojo era un buen amigo. Uno de esos que no te abandonan cuando se amartilla un Colt o una rubia fatal guiña el ojo. Un amigo de los que buscas el abrazo, como si en él residiera el sentido de la vida. Quién me iba a decir que Johnny el Rata me iba a sorprender durmiendo entre sus brazos. Falló los tres disparos, aun haciéndolos a bocajarro. El primero reventó la oreja izquierda del sofá. El segundo fragmentó el cabecero. Para cuando hizo el tercero yo ya había saltado, y aquella maldita bala abrió el vientre de mi amigo a mitad del respaldo. No tuvo tiempo de apretar el gatillo una vez más. Uno debe vengar a sus amigos y yo, además de perder a uno de los buenos, acababa de ver morir a mi único lugar de descanso.

- Elvira , La Rioja -

¡Qué haría yo sin ti! Me esperas, me acompañas, te adaptas a mí, a mi forma de ser, a mis manías; no preguntas, no te quejas, simplemente estás ahí cuando lo necesito, y te necesito todos los días y algunas noches, esas en las que me puede el sueño y ya no consigo apartarme de ti, esas que llegan sin avisar porque me has atrapado entre tus brazos; y me quedo contigo y me estiro y me recoloco y descanso plácidamente, ¡qué felicidad! Sí, no lo dudes, eres el sofá de mi vida.

- Lina, Madrid -

Mientras el curso duró, fui a comer a su casa, me quedaba cerca y era práctico. Cuando abría la puerta ella siempre estaba allí, sentada en su sofá marrón, tranquila, cosiendo el bajo de unos pantalones o una puntilla para unas toallas o trasformando una falda vieja en un chaleco, cada día era un descubrimiento, detrás de aquellas telas siempre había una historia que contaba con entusiasmo, le ponía pasión y cariño, sobre todo mucho cariño a todo lo que hacia. Desde allí me iba indicando sin levantarse, abre el cajón, coge una cuchara,... ¡vigila no se te caiga! pero,... ¿Como podía saberlo? El sofá tiene poderes y le permite ver a través de las paredes, pensaba. Yo iba rápido, impulsiva, tenia prisa por volver a mi rutina, en cambio ella, mimaba cuidadosamente hasta el mas mínimo detalle ,trasmitiendo serenidad y confianza. Después de comer me tendía a su lado y me acariciaba el pelo hasta que caía en un corto pero intenso sueño reparador. Ahora me siento en su sofá vacío intentando llenarme con su magia, un momento intimo que me carga de valentía, seguridad y ternura.

- Alba, Lerida -

Era el sofá más amplio jamás conocido. Tan largo que podíamos pasar horas sin hablarnos, casi sin sentirnos. Y en ocasiones se transformaba en un mueble diminuto, que nos obligaba a enredarnos envueltos en sudor, estrellándonos entre jadeos, contra cada uno de sus recovecos. Era también un sofá gélido, donde teníamos que acurrucarnos bajo una manta, hasta sentir el aliento ajeno como propio. Pero, curiosamente, a veces hervía y nos abrasaba la piel y las intenciones, invitándonos a alejarnos tanto como podíamos. Aquel sofá, sencillamente, era un microcosmos en el que nuestro matrimonio había orbitado durante mucho tiempo. Por ese mismo motivo, el día en que firmamos la separación, ninguno de los dos tenía valor para quedárselo; demasiados recuerdos. Así que lo dejamos junto a un contenedor y nos quedamos contemplándolo, redescubriendo secuencias pretéritas, con los hombros cada vez más cercanos… El conductor del camión de la basura nos despertó al amanecer, obligándonos a deshacer el abrazo que anhelaba ser perenne, sobre aquel sofá. Era un joven afable, que nos ayudó a subirlo de nuevo al piso. A cambio se llevó unos euros, nuestro agradecimiento y un documento firmado, que antes de alcanzar el rellano ya había convertido en añicos.

- Ernesto, La Rioja -

Lo mejor al entrar en casa es sin duda, constatar, que hoy he salido. Estoy pasando por una época de mi vida, que sorprendentemente me ha enriquecido y fortalecido mucho. Hace dos años en la mamografia rutinaria me diagnosticaron un cáncer de mama. Primero el mundo se vino abajo, pero algo dentro de mí me hizo reaccionar y opte por luchar y confiar en las personas que en ese momento tenían mi vida en sus manos. La quimioterapia , colega y a la vez enemiga, me dejaba muchos días postrada en mí sofá, nos hemos hecho íntimos, jamás pensé que pudiera pasar tantas horas en él, quieta sin hacer nada. Los días en que mi marido decía ¡Uf! hoy tienes la mirada perdida. Sabía que me levantaba de la cama y me iba directa al sofá; éste me abrazaba y yo dejaba caer mi cabeza sobre el cómodo respaldo y cerraba los ojos esperando que mi cuerpo reaccionara al cabo de un tiempo y pudiera volver a sentirme un ser humano. Actualmente mi sofá y yo tenemos una relación envidiable, cuando acabo mis tareas me siento, leo un rato, hago la siesta... ¡Somos felices!

- María Felisa, Barcelona -

Aquel era mi momento preferido del año. La pequeña mesa del salón estaba repleta de dulces, frutos secos, dos botellas aún cerradas y un bol ya vacío. En mi mano tenía los doce granos más pequeños que había podido conseguir. Sentada en el sofá de enfrente, mi tía se quejaba de lo grandes que eran los suyos. A mi lado, mi abuelo y mi padre no dejaban de comer polvorones y pastelitos. Parecía que estaban echando una carrera por ver quién juntaba más envoltorios. Sentadas en el suelo, mi hermana y mi prima sacaban con cuidado las pepitas del interior de cada uva. Mi madre subió el volumen de la tele. La gran bola estaba a punto de bajar. Se podía sentir la emoción de toda la familia en el ambiente. Las uvas iban directas a nuestras bocas, aunque no siempre al mismo ritmo que las campanadas. Tras sonar la última se montó un alboroto. Los besos y abrazos iban y venían. Mi tío repartió un poco de champán en cada copa. Cogí el móvil y eché una foto mientras brindábamos por el nuevo año. De fondo salían los viejos sofás granates que tantas nocheviejas habían pasado con nosotros.

- Clara, Cuenca -

Lo mejor al entrar en casa es percibir un intenso aroma a canela que me transporta a mi infancia. Acto seguido, me tumbaba en el colorido sofá de mi adorada abuela y degustaba un exquisito arroz con leche. Los recuerdos afloran y un nudo encoge mi alma. Solo este sofá materializa mis vivencias, ¡si hablara! Mi lugar favorito para hacer los deberes, donde mi abuela me contaba un cuento, y donde jugaba con mis muñecas. Ahora, reposa en una habitación en la que conservo mis más preciados enseres. Aunque mi hijo se siente atraído por el y acude cada día a ese cuarto. Como si pudiera sentir su calidez y su memoria. Nuestro sofà es nuestra marca de referencia, lo que nos define; lo que nos acompaña en días malos y buenos; el que nos ha visto sonreír y se ha manchado con nuestras lágrimas. Mientras pueda, lo conservaré, pues fue partícipe de mi infancia y lo sera de la de mi hijo. Ese lugar del que todos nos evadimos y que forma parte de nuestra familia.

- Isabel, Jaén -

Muchas veces, al llegar a casa, me la encuentro tirada en el sofá. Entonces, no siempre, me sube la mala sangre. Vengo del trabajo con el ánimo rendido, y afrontar sin ayuda las tareas domésticas me frustra y me nubla la mente. Pero no el corazón. Recuerdo el diagnóstico, Síndrome de Fatiga Crónica, y la carita de miedo de Lucía cuando lo oyó. Desde entonces, habita en el sofá. Tiene un cojín malva, su color favorito, y otro que le regalé por su cumpleaños, personalizado con nuestras caras sonrientes, una foto de los buenos tiempos. Ahora no son tan buenos, pero yo tiro a la basura la mala sangre, sólo quiero la buena, y me tumbo junto a ella sobre la superficie acogedora, celeste, de nuestro sofá. Entonces, poso mi mano en su corazón. Sus latidos me apaciguan. Ella me pregunta: - ¿Me dejarás si no mejoro? - No. Seremos tres - digo, y aún se asusta más. - ¿Tres? - Claro. Tú, yo... y el sofá. Se calma. Se me duerme en brazos. La pobre. Casi en sueños, me dice en un susurro: "te quiero tanto, María". Y yo, por un momento, toco el cielo.

- David, Madrid -

Lo mejor al entrar en casa es mirar de frente al sofá y escuchar tranquilamente sus historias. Si los sofás hablasen, contarían historias de amigos y amigas que han venido a casa y se han quedado a dormir en el sofá. Y de los que han venido para no dormir. O de las numerosas veces que me he echado la siesta del carnero tras un pantagruélico desayuno. O, cómo no, en plena ola de calor, de esa etapa a mediados de Julio del Tour de Francia tan insulsa en la que el único abanico era el que hacía yo con el cojín hasta que me dormía profundamente. Y del examen que preparé mientras estudiaba tumbado en él. De tantas horas que he echado en el sofá “estudiando” creo que podría haberme sacado una oposición.

- Sergio, Madrid -

Al llegar a casa solo pienso en  ese momento, en evadirse del mundo e invadirme en mis sueños, en aislarse del ruido y adentrarme en ese inmenso placer, relajada en el sofá, de la maravillosa música mientras saboreo una taza de café... Mi momento íntimo, donde nada ni nadie puede perturbar ese sinfín de sensaciones... sólo tiene un nombre... vida...

- María José , Alicante -

Todo por la ciencia A diario pasaba consulta de seis a siete en el sofá. Era difícil hacer que Javi, su único paciente, permaneciera más de cinco minutos quieto para poder atenderlo. No lo conseguía. Cuando estaba a punto de clavarle la aguja plástica de su jeringuilla, él lograba desasirse burlándose de ella, renombrada médica con estetoscopio de plástico al cuello y maletín transparente de auténtica profesional. Javi saltaba desde el apoyabrazos y salía corriendo por el pasillo. - ¡He dicho que dejes a tu hermano en paz, María! – era el mensaje que emitían los altavoces del hospital. Si no lograba vacunarlo, nunca comprobaría la eficacia de su fórmula compuesta por champú, gel y dentífrico en partes iguales. Tenía que hacer que regresara al sofá. Para convencerlo le permitiría probar en ella, su nuevo set de herramientas de carpintería. No le quedaba otro remedio.

- Patricia, Madrid -

Mi rincón favorito, sin duda alguna es mi sofá. Testigo de miles de abrazos, es el lugar perfecro donde reir a carcajadas con una buena peli, donde trabajo si estoy enferma y donde me escondo en los peores momentos. Además los mejores sueños siempre empiezan conciliados en un buen sofá.

- Nuria, Alicante  -

Lo mejor al entrar en casa es  ......el color arena del desierto de sus paredes , los muebles blancos y el sofa de colores vivos que me recuerda a un exotico viaje a India.Lo mejor de entrar en casa es la Paz y la Serenidad que se respira cuando entras.Mis numerosos Budas te dan la bienvenida con sus" Mudras" de sabiduria . Mi chaisse longe, rincon favorito donde mis libros cobran vida en mi cabeza y donde mis siestas son apoteosicas. La culpa de todo la tiene el sofa que me "apapacha" y me susurra ( todavia puedes dormir un ratito mas) jejeje. No me queda mas que agradecer cada dia ,la luz que entra por la ventana envolviendo de calor de hogar mi mundo.Es fiel reflejo de mi misma, es la prolongacion de mi" Yo".......... Gracias Gracias Gracias.... Namaste .PD:No consigo entender mi ordenador que viene de Suecia y alli no hay enyes y tampoco puedo conseguir acentuar palabras , espero que podais perdonarlo .

- Angela, Granada -

Quién nos iba a decir que  nuestro sofá es más que un sitio donde sentarse. Es el lugar donde al final del día compartimos caricias con nuestro perro y eso es la escusa para encontrar un momento para compartir con la familia. Donde mejor que en un relajante y confortable sofá para contarnos como ha ido el día mientras nuestro perro se hace un hueco entre nosotros para hacerse protagonista. Todos tenemos cabida en nuestro sofá y cuantos más somos más felices estamos de poder compartir esos momentos incomparables.

- Laura, Baleares -

Cuando nos mudamos a la nueva casa tiramos todos los muebles menos el sofá. El anterior propietario era un cazador que la tenía llena de cabezas disecadas y trofeos. Berta limpió el sofá, cosió un par de rasguños y lo cubrió de cojines. Una tarde que Berta se entretuvo me tumbé en él. Escuché el gruñido de una fiera y me incorporé asustado. No quise contarle nada a Berta. Dos días después volví a probar sus mullidos cojines. Un enorme león agitó su cabeza delante de mi cara, rugía enseñando sus colmillos. Caí al suelo del susto. Cuando llegó Berta todavía estaba temblando. Intenté convencerla de que nos deshiciésemos del sofá: está viejo y podríamos comprar uno mejor. Pero ella no quiso. Una semana más tarde, me atreví a aposentarme en él. Ví como dos hipopótamos se batían ruidosamente en un río, abrían sus bocas y enfrentaban sus colmillos, podía sentir incluso el olor del fango. Pasé unos días azorado, me estaba volviendo loco. Esta mañana por fin consulté con un siquiatra. Delirios, imaginaciones debidas al estrés, me ha dicho. Al volver a casa, me he encontrado a Berta sentada el sofá, acariciando un cachorro de leopardo.

- Miguel Angel , Granada -

Tumbados frente a los Simpson, mojando el sillón con sus bañadores fluorescentes, mis primos se rien a carcajadas tras esconder el mando de la televisión. La funda del sofa cuelga del suelo y sus chanclas de goma se pierden bajo éste. El perro salta encima del reposabrazos y se dispone a morderle el pie a uno de ellos. De repente el sillón se combierte en un campo de batallas. Saltan las plumas del relleno de los cojines y se usan las revistas del revistero de mamá como ametralladoras. Llega papá y las minas explotan. Mis primos salen disparados como cohetes y el perro los persigue a ladridos. Me siento en el sofá con un suspiro y saltan los anuncios. Con cada producto anunciado en la tele se me cierran los párpados un poco más. Me despierta al rato mamá con los ojos abiertos como platos y furiosa me dice “Qué demonios ha pasado aquí?!”. No hay nada como la siesta.

- Andrea, Ceuta  -

Los grandes momentos de mi infancia los he vivido sentado sobre una butaca de tela verde, tan suave que parecía querer acariciarme. Uno de sus brazos tenía como una mesita redonda con forma de caracola. Allí pasé horas y horas delante de la tele de mi abuelo, viendo avanzar al mundo en blanco y negro, cuando las cosas iban cambiando todavía despacio y no como ahora que todo pasa volando, cuando el mundo aún no estaba loco, o quizá ya lo estaba pero yo no era quien para darme cuenta. Pronto la vida me catapultó a la velocidad de la luz a una nueva realidad en la que apenas tengo tiempo de tomar aliento, exprimido al máximo en la ciudad de Nueva York. Aquí, una gélida noche acabé siendo empujado por una extraña fuerza hasta el escaparate de una tienda de sofás. Lo que vi no podía ser posible. De hecho, era tan poco probable que me saqué los guantes para pellizcarme unas cuantas veces. Mis recuerdos revoloteaban por mi cabeza al mismo tiempo que unas lágrimas se deslizaban por mis mejillas. Tenían expuesto un sillón caracola. Treinta años después volvíamos a encontrarnos. Debajo, un cartel ponía; "made in Spain".

- Anxel, Lugo -

Que gusto da llegar a casa después de doce horas de guardia atendiendo pacientes en urgencias. Y como siempre, aquí está ella recibiéndome en la puerta, moviendo su rabo. Que ganas tenía de sentarme en mi sofá, y que calentito está, sé de una que ha estado hasta ahora aquí tumbada, de un brinco vuelve otra vez, es su lugar preferido. Mi chico trae la cena y me recibe con un beso. Estando los tres sentados, cenando en el sofá, es el momento en el que te das cuenta que razón tienen tus pacientes, que donde mejor se está es en casa, en tu sofá, junto a los tuyos.

- Lydia, Huesca -

A Mariana le sorprendió al llegar a casa la luz que provenía del salón. Pensaba que lo había dejado todo cerrado desde la primera vez que entraron ella y Marcos en el piso que iba a ser su futuro hogar. Abrió la puerta de cristales y ante ella apareció un precioso sillón tapizado con tela de flores. Encima del mismo había una nota: "Sé que no es mucho, mi vida. Pero un sillón es un buen comienzo para amueblar nuestra vida. Te quiero. Marcos". Al lado del sillón había dos zapatillas de casa con cara de osito. Mariana se descalzó, estrenó las zapatillas y se sentó en el sillón. Se agarró a los reposabrazos y dibujó en su cara una gran sonrisa... Sabía que esta vez había dado con el amor de su vida.

- Lourdes, Sevilla -

ESPACIO INTERIOR Yo, sentado en medio; mis hijos, cada uno a un lado. En teoría, yo soy el capitan de la expedición y ellos los tripulantes, pero en la práctica los tres mandamos igual en la nave. Cuando llega una situación de peligro -meteoritos fuera de órbita, monstruos interestelares, objetos volantes no identificados...-, todos tenemos poder de decisión para dirigir la defensa... Pasamos horas sorteando estrellas, extraviándonos un poco, o bien acercándonos peligrosamente al sol... Luego, tras los deberes, llega la cena y comentamos la jornada. Es dura es la vida del cosmonauta. Mañana nos espera de nuevo el sofá y sus mundos...

- Tomás, Sevilla -

Con gesto ceñudo, observé cómo aquellos desconocidos colocaban aquella “cosa” frente al televisor desplazando, con un par de inapropiados puntapiés, mi acomodo favorito casi hecho jirones. Una mirada de soslayo me bastó para decidir que “aquello” me pertenecería de nuevo, como todo lo que se estrenaba en casa. Así que esperé, pacientemente, a encontrarme solo y sin más, salté sobre el sofá con el ímpetu de un tigre salvaje. ¡Qué a gusto se estaba allí, qué acogedor! Y en el preciso momento en que empezaba a cerrar los ojos con una ensoñadora sonrisa de placer en mis labios, escuché la familiar y masculina voz mascullando, como siempre: ¡Fuera, fuera! ¡Ya me destrozaste uno, gato tonto! ¡Éste, es para mí! Alcé los ojos hacia el hombre, estiré las patas al compás de mi indolente ronroneo y como también era mi costumbre, le ignoré por completo para continuar dormitando.

- Nuria, Madrid -

Con cinco años me convertí en astronauta y viajé a la Luna a bordo de la nave-sofá junto con mi hermana pequeña. A los seis cruzamos los mares en busca de grandes tesoros y luchamos contra feroces piratas. Con siete lo convertí en mi base de operaciones desde la que tramaba todo tipo de misiones. A la edad de nueve debía derrocar a mi malvada hermana que había usurpado el trono de la fortaleza... Cuando eres niño no hay tiempo para las banalidades.

- Dimitri, Alicante -

Desde que tengo uso de razón y de eso hace ya unos años…recuerdo con muchísimo cariño mi primer sofá, a mi hermano y a mí nos encantaba jugar en él. Tenía unos cojines enormes y perfectos, en aquel entonces, para construir casitas donde escondernos, luchar y competir a ver cuál era la mejor guarida. Al irme de casa, a un piso de alquiler con mi pareja, lo único que actualizamos fue el colchón y el sofá. Un sofá precioso de piel con asientos que se reclinaban en los extremos, era genial. Cuando tuvimos nuestra casa se vino a vivir con nosotros y nos ha durado muchísimos años, hasta que la piel ha envejecido tanto que no ha podido con el tiempo y tres peques. Ahora tenemos un enorme sofá nuevo con chaisselonge para que podamos compartir juntos nuestros momentos especiales. Por supuesto cojines enormes para disfrutar aunque a veces les gruña por tirar los cojines, ¡paradojas de la vida!. Eso sí, bendito tejido aquaclean que hace que la vida de una madre sea un poco más llevadera. Espero que mis hijos vivan con nosotros en él, tantas y tan buenas experiencias como yo en nuestros sofás.

- Waleska, Alava -

Cuando la pintó tendida sobre el sofá, estilo chaiselong, de su taller, jamás imaginó que llegaría a obsesionarse de aquel modo con el cuerpo de esa mujer. Los pinceles parecían conocer al detalle su orografía, el relieve de sus caderas, la cúspide de los senos, la textura de sus abismos. Al concluir la obra se sentía exhausto y extasiado, pleno, satisfecho de su obra como nunca lo había estado al dar por concluido un cuadro. Sin embargo, ella se fue, y el saber a su musa lejos de sus pinceles se embadurnó de tristeza. Se tornó hosco y taciturno, solitario, enamorado de un recuerdo cada vez más difuso, nimbando entre la desmemoria. Derrotado, se dejó caer sobre el sofá y sus dedos se agitaron nerviosos; ella seguía allí. Se arrodilló y comenzó a acariciar el lugar donde se habían posado sus piernas, el respaldo donde se recostó su espalda, el cojín donde sus pechos buscaron cobijo. Gritó al aire, recogió los pinceles y extendió sobre la paleta los colores más vivos que jamás hubiera empleado. Estaba ahí, nunca se había ido. Aquel sofá era mucho más que un lugar donde sentarse.

- Jimena, La Rioja -